Hace días, en una actividad de esparcimiento laboral, nos
pidieron hacer pequeños carnés para colgar en nuestro pecho en el que escribiéramos
nuestro nombre y el valor con el que más nos identificáramos. Estuve tentado a
escribir «egoísmo» —cuando le mencioné mi intención a mis compañeros, lo
tomaron como una broma—, pero finalmente decidí escribir «pundonor». Sin
embargo, pensé en lo curioso que es que el egoísmo sea pensado como algo malo,
como un antivalor, cuando al contrario es lo más preciado que poseemos.
El diccionario define a una persona egoísta como aquella
«que antepone el interés propio al ajeno, lo que suele acarrear un perjuicio a
los demás». ¿Qué significa, en principio, anteponer el interés propio al ajeno?
¿Qué significa causar un perjuicio a los demás? Yo veo como una actitud egoísta
luchar por un puesto laboral o por una beca académica, cuando los cupos son limitados.
¿No es, precisamente, anteponer el interés propio al ajeno cuando me esfuerzo
por obtener un trabajo aún sabiendo que hay otras personas interesadas en ese
puesto? Esto es egoísmo. No sería egoísta si yo no antepusiera mi interés al ajeno,
esto es, si ni siquiera me presentara a la entrevista de trabajo. Pero no
solemos actuar de este modo. Si nos interesa un trabajo, o una beca académica,
o lo que sea, peleamos por obtenerlo, lo que, de una u otra forma, acarrea un
prejuicio a los demás. Los otros aspirantes se sienten perjudicados cuando a mí
me dan el puesto de trabajo y no a ellos.
Este ejemplo de actitud egoísta es de lo más moderados —casi nadie discutiría que mi acción, aunque egoísta, es mala— y es de los más fáciles de defender. También es egoísta el que desea todo para sí mismo, con un sentimiento casi enfermizo de abarcarlo todo. Este egoísmo es precisamente el que no defiendo. En cambio, hay un egoísmo sano y saludable que es el egoísmo del amor propio. Es el egoísmo del que se ama y quiero lo mejor para sí, sin importar los obstáculos que se le impongan. Este hombre egoísta vela por su propio bienestar, en vez de velar por el bienestar de los demás y, así, ayuda a los demás. Si en verdad quieres perjudicar a alguien, dale toda la ayuda que te pide. Si todos empujáramos hacia adelante, sin tener que retrasarnos a ayudar y empujar a los demás, avanzaríamos más rápido.
Lo que yo me imagino es un mundo en el que todos nos amamos
lo suficiente como para no pedir ayuda a los demás. Si yo me amo lo suficiente,
lucharé por ser cada vez mejor en todo, lucharé por lograr lo mejor para mí. El
DRAE dice del egoísmo que es el “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que
hace atender desmedidamente el interés propio, sin cuidarse del de los demás”. Pero,
¿por qué el amor en exceso debe ser considerado malo? Todo lo que se hace por
amor está más allá del bien y del mal.
David Kolkrabe
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